Las Lecciones de “Don Federico”.
Enrique Hernández Quintero.
Sexenio.blogspot.com
El nombre de Federico González Gallo se escuchó siempre en mi casa. Conocí su historia, primero. Y en diversas tertulias lo conocí bien. No dejo de evocarlo en un destartalado Volkswagen sedán color rojo que solía conducir hasta hace poco. Un hombre de los que no hay ya.
Su capacidad de disociar al rol de la persona. Pese a esos antecedentes de lucha cruenta, Federico y Liberato –dialécticos ambos- supieron dar por finalizados los ciclos que protagonizaron. Dieron paso a una amistad que prevaleció durante años. Varias veces los vi charlar, brindar y cantar. Igualmente pasó entre Federico y don Emilio M. González; adversarios en una época, hombres que dejaron atrás sus diferencias en otra y no se regatearon elogios mutuos.
Fue un hombre austero, sin mayores ambiciones materiales. Vivió con modestia y se despidió del mundo sin mayor patrimonio que el que pudo conformar con sus percepciones. él y muchos de esa generación, desdeñaron siempre el aliciente de la ganancia ilegítima, de los estipendios inmorales.
Cada vez que sigamos viendo casos reprobables de autismo político, cada vez que los personajes locales insistan en ver conspiraciones y en creer la existencia de enemigos, recordaré a don Fede, el amigo de Liberato y don Emilio.
Cada vez que sepa una historia más de Secretarios de despacho que presumen su colección de motocicletas, de funcionarios que estrenan casa en la playa, de políticos que crecen exponencialmente su patrimonio, evocaré al austero maestro González Gallo y su Volkswagen deteriorado.
Don Federico logró ser diputado local sólo hasta los 79 años de edad, tras una larga lucha de gestas sindicales y políticas. Hoy, al amparo de la endogamia, cualquiera es regidor o diputado.
Como lo desliza el maestro Octavio Camelo Romero-, el mensaje de solidaridad gremial que siempre tuvo don Federico, un hombre con conciencia de clase, sobre todo por su adhesión a la causa ferrocarrilera.
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